MEMORIA INDIVIDUAL Y BASES SOCIALES DE LA MEMORIA
MEMORIA INDIVIDUAL Y BASES SOCIALES DE LA
MEMORIA
Vicente Huici Urmeneta PhD
1.-
Fundamentos anatómico-fisiológicos de la memoria individual.
2.- Memoria
individual y bases sociales de la memoria.
3.- Dinámica
neural y dinámica social.
4.-
Bibliografía
“Nuestras
interacciones sociales desempeñan un papel incluso en el remodelado de nuestro
cerebro, por medio de la «neuroplasticidad», que significa que experiencias
repetidas esculpen la forma, el tamaño y la cantidad de neuronas y sus
conexiones sinápticas. Llevando repetidamente nuestro cerebro a un registro
dado, nuestras relaciones clave pueden moldear gradualmente ciertos sistemas de
circuitos neurológicos”. (Daniel Goleman)
0.- Preámbulo
El motivo fundamental para acudir a la neurociencia
social a la hora de tratar la cuestión de la memoria, ha sido la necesidad de
ampliar los puntos de vista ya expuestos en estudios anteriores (Huici, 1998,
2007, 2008,2009).
En dichos estudios se ha comprobado la imposibilidad
de comprender y acaso dilucidar algunos
problemas desde perspectiva única de la Sociología. Entre estos problemas
se encuentran algunos de tanta trascendencia como la relación entre la
identidad y la memoria o la incapacidad de establecer conexiones entre relatos de memoria
de diferentes individuos, grupos sociales, o grupos de género.
En cualquier caso, la deriva del estudio de la memoria
desde la neurociencia social o neurosociología, no ha hecho sino comenzar y
todo la más que se pueden ofrecer son atisbos e intuiciones, pero estas son sin
duda, las condiciones de cualquier comienzo. Como decía Sigmund Freud. “Sería
un error creer que una ciencia no se compone sino de tesis rigurosamente demostradas y sería una
injusticia exigir que fuera así. Tal
exigencia es signo de temperamentos que tienen necesidad de autoridad y buscan
reemplazar el catecismo religioso por otro de orden científico. El catecismo de
la ciencia no entraña sino muy pocas proposiciones apodícticas. La mayor parte
de sus afirmaciones presenta solamente ciertos grados de probabilidad, y lo
propio del espíritu científico es precisamente saber contentarse con esas
aproximaciones a la certidumbre y poder continuar el trabajo constructor, a
pesar de la falta de últimas pruebas (Freud, 1915-1917/1972, VI: 2148)
Abierto el sendero en la intrincada selva de lo
humano, tan solo se puede aspirar, por lo tanto, a que algún rayo de luz se
cuele entre los altos árboles que nos rodean. Pero no se comienza desde la
nada. Desde el siglo XVIII, con los intentos de la frenología de F.J. Gall y J.
C. Spurzheim, pasando por el debate sobre el caso de Phineas Gage (1848) y los
descubrimientos de P. Broca y C. Wernicke, hasta las contemporáneas neurociencias, se han ido
poniendo bases suficientes para continuar avanzando.
1.- ¿Qué es la neurosociología?
La neurosociología es una neurociencia, es
decir, una de las ciencias que toman como punto de vista el funcionamiento del
sistema nervioso y, particularmente,
del cerebro, en cualesquiera actividades humanas.
Específicamente, la neurosociología intenta comprender el rol que tiene el funcionamiento del
sistema nervioso en la interacción del ser humano con su entorno social. La
necesidad y utilidad de abordar este
punto de vista en relación a lo social aparece ya en la literatura neurológica
fundacional, como, por ejemplo, en los escritos de Santiago Ramón y Cajal
(Ramón y Cajal, 1941-1960), pero ha recibido su estatus científico muy
recientemente.
En efecto, en los años noventa del siglo XX, dos
psicólogos norteamericanos, Gary Berntson y, singularmente, John Cacioppo,
director del Centro Cognitivo de Neurociencia Social de la Universidad de
Chicago, comenzaron a utilizar la
expresión “ social neuroscience” [ neurociencia social] para caracterizar sus
investigaciones.
La revista Social Neuroscience (Psychology
Press, University of Chicago), cuyo primer número apareció en marzo de 2006, es
la publicación de referencia en neurocienca
social. En dicho número, los editores
afirmaban: “Con raíces en muchas disciplinas, como la neurología, la
psicología social, las ciencias del desarrollo, la economía y la psicología
cognitiva, la neurociencia social ha alcanzado la mayoría de edad. La
Neurociencia social puede ser ampliamente definida como la exploración de las
bases neurológicas de los procesos tradicionalmente examinados por la
psicología social. Esta descripción general proporciona un punto de partida
desde el cual podemos examinar la conducta social y la cognición. Sin embargo,
vemos esta definición como una guía más que como una regla y, como tal, vemos
este campo más incluyente que
excluyente. Los comportamientos y las cogniciones estudiados bajo el paraguas
de lo social son diversos”. Así
mismo, añadían que el objetivo de la neurociencia social era “comprender la
relación compleja y dinámica entre el cerebro (y sus sistemas afines) y la
interacción social, una investigación emocionante y significativa, no sólo para
los académicos, sino también para el
público en general” (Decety- Keenan, 2006:1-2).
Entre las
circunstancias que han contribuido a la
difusión de esta nueva especialidad, a la vez neurológica y sociológica, se
pueden citar tres de particular interés.
En primer lugar , el descubrimiento de una neurona , la célula fusiforme, que actúa más rápidamente que ninguna, guiándonos
en decisiones sociales inmediatas, y que
ha resultado ser más abundante en el cerebro humano que en el de otras
especies animales. En efecto, los humanos tenemos unas cien mil células
fusiformes más que, por ejemplo, los primates. Y, por otro lado, parece que
ningún otro cerebro de mamífero contiene este tipo de células. Estas neuronas
fusiformes configuran conexiones particularmente activas entre la corteza
orbito frontal y la corteza cingulada anterior del sistema límbico. Algunos
especulan que las células fusiformes pueden explicar por qué algunas personas
(o especies de primates) son más sensibles socialmente que otras. Los estudios
de imágenes cerebrales permiten observar un incremento de la actividad en la
corteza cingulada anterior en personas que tienen mayor conciencia
interpersonal, lo cual puede suponer que dichas personas no sólo evaluarían
correctamente una situación social sino que además también podrían percibir
cómo los otros la percibirían.
En segundo lugar, entre las circunstancias que han
permitido un mayor avance en la neurociencia social, se puede citar la comprobación de la segregación inmediata
del neurotransmisor dopamina en los individuos humanos cuando hay una
percepción visual de una persona atractiva.
La dopamina (DA) es una catecolamina que junto a la
adrenalina y la noradrenalina es sintetizada
a partir de la tirosina. Cuando dicha síntesis se produce en la
glándulas suprarrenales es considerada como una hormona y cuando el proceso
ocurre en terminaciones neuronales, un neurotransmisor. Las catecolaminas
generan cambios fisiológicos que
preparan al cuerpo para un incremento de la actividad física (como la
lucha o la huida).
La dopamina, en particular, modula muchas funciones en
el cerebro, incluyendo papeles importantes en el comportamiento y la cognición,
la actividad motora, la motivación y la recompensa, el sueño, el humor, la
atención, y el aprendizaje. Las neuronas dopaminérgicas (es decir, las neuronas
cuyo neurotransmisor primario es la dopamina) están presentes mayoritariamente
en el área tegmental ventral (VTA) del cerebro-medio, en la parte compacta de
la sustancia negra, y en el núcleo arcuato del hipotálamo. Así mismo, algunas
drogas, como la cocaína o las anfetaminas, pero también el alcohol o la
nicotina, incrementan la concentración de dopamina en el espacio sináptico.
La dopamina es comúnmente asociada con el sistema del
placer del cerebro, suministrando los sentimientos de gozo y refuerzo para
motivar a una persona proactivamente en la realización de ciertas actividades.
Participa en experiencias naturalmente recompensantes tales como la
alimentación o el sexo. La sociabilidad
se encuentra también muy ligada a la neurotransmisión de dopamina. Una baja
captabilidad de dopamina es frecuentemente encontrada en personas con ansiedad social.
Por otro lado, al controlar la actividad retiniana y
vincularse rápidamente por medio del meso-encéfalo a algunas estructuras del
sistema límbico y del cortex frontal, facilita una rápida respuesta emocional,
como en el caso de la atracción amorosa.
Finalmente, en relación a la importancia del
desarrollo de la neurociencia social, se puede citar la constatación reciente
de la existencia de una variedad diferente de células cerebrales, las neuronas espejo, que perciben la acción que otra persona está
a punto de realizar e instantáneamente nos preparan para imitar ese movimiento.
En efecto, singularmente decisivo ha sido el
descubrimiento de las neuronas espejo
por el equipo de Giacomo Rizzolatti , de la Universitá degli Studi di Parma
(Rizzolatti -Craighero, 2004), pues ha
obligado a revisar lo que hasta este momento se había venido afirmando respecto
a las regiones motoras del cerebro. Así, el sistema motor no puede ser ya
concebido como un mero “ejecutor pasivo” de órdenes emitidas por otra región
cerebral, sino que parece tratarse más bien de un complejo entramado de zonas
corticales diferenciadas, capaces de realizar las funciones sensoriomotoras que
parecerían propias de un sistema cognitivo superior. Todo lo cual ha supuesto
“un importante reto para nuestras convicciones filosóficas acerca de la
importancia de la comprensión consciente de los actos humanos ( Feito
Grande,2007).
La neurociencia social utiliza algunos
métodos de la neuropsicología, como la
tomografía por emisión de positrones (PET), la magnetoencefalografía
(MEG) o la resonancia magnética funcional (fRM) (Cacioppo- Bernston, 2004:
1-17). A través de dichos métodos se
intenta detectar la dinámica cerebral
individual de los sujetos inmersos en algunos procesos sociales.
En cualquier caso, la neurociencia social no es
determinista ni unívoca por lo que, a
pesar de reconocer que “todo comportamiento es biológico” constata que “el reduccionismo biológico no proporciona
explicaciones satisfactorias para comportamientos complejos” (Cacioppo,
2004: 115).
En el ámbito
hispano, el único autor que se ha hecho eco de las propuestas de la
neurociencia social, es el catedrático
de Fisiología de la Universidad Complutense de Madrid, Francisco Mora quien, en
fechas recientes describía así lo que rebautizaba en castellano como neurosociología: “Neurosociología es, en
esencia, una aproximación a entender los parámetros que rigen las interacciones sociales basadas
en la lectura de los códigos con los que funciona el cerebro humano. A medida
que conozcamos qué áreas y circuitos del cerebro son claves para la cognición
social (como, por ejemplo, las muchas y diferentes áreas de la corteza
prefrontal y cómo estas ha ido apareciendo a lo largo de la evolución para
cumplir qué funciones), llegaremos a
conocer gran parte de los procesos mentales que nos agrupan en sociedad.
También saber las funciones del sistema límbico, en el que residen las
emociones, nos debe proveer de conocimientos acerca de los fundamentos neurales
de la empatía y la aceptación o rechazo social. Todo ello está en el
corazón de lo que hemos venido en llamar
neurosociología” (Mora, 2007: 85).
2.-Fundamentos
anatómico-fisiológicos de la memoria
individual.
Para comprender mejor las aportaciones de
la neurosociología a la cuestión de la memoria, es preciso comentar algunos
fundamentos anatómicos y fisiológicos de la actividad cerebral.
El cerebro humano es el fruto de la
evolución de muchos millones de años y en él podemos encontrar rastros
anatómicos y funcionales de etapas anteriores. El cerebro del ser humano pesa
unos 1.350 gramos, pero su índice de encefalización (su peso en relación al
peso corporal) es del 7,30. Para que se entiendan mejor estos datos, se
puede señalar que el peso del cerebro
del primate más próximo, el chimpancé, es de 440 gramos y su índice de
encefalización 2,48. De hecho el peso relativo de este órgano es tan grande que
se podría decir que flota dentro del cráneo en el líquido encefalorraquídeo para evitar desequilibrar
la cabeza. Estas consideraciones nos ponen ya sobre la pista de la singular
importancia del desarrollo cerebral que, junto con la postura erecta y el
retroceso de la laringe, han permitido la bipidestación y el lenguaje
articulado, rasgos particulares de los
seres humanos.
Anatómicamente, se suele distinguir entre
el tronco cerebral y el cerebro propiamente dicho. En el tronco cerebral se
sitúa el cerebelo, cuya labor, sumariamente, está vinculada a las funciones
vitales y a los comportamientos rítmicos simples.
En el cerebro, hay un nivel denominado
diencéfalico-límbico que se corresponde con el cerebro primitivo y que regula
las conductas instintivas, los aprendizajes simples y la regulación
homeostática. Por encima de él se sitúa la corteza cerebral, producto de la última fase
evolutiva y que tiene funciones
básicamente cognitivas.
La corteza cerebral está conformada en
diferentes lóbulos, pudiendo distinguirse entre lóbulos frontales, parietales,
temporales y occipitales. En ellos se
sitúan los núcleos anatómico-funcionales de la precepción sensorial y la
actividad motora.
Así mismo la corteza cerebral se presenta
dividida en dos hemisferios. Según diferentes estudios, el hemisferio
izquierdo- que regula la actividad de la parte derecha del cuerpo- tiene un
carácter más analítico, situándose en él la capacidad lingüística. El
hemisferio derecho- que regula la parte izquierda del cuerpo- se presenta como
más sintético y holístico.
El hemisferio izquierdo actúa, además,
como cerebro exegeta “ y se encarga de elaborar interpretaciones para explicar
los acontecimientos internos y externos, estableciendo relaciones causales que
le den orden y coherencia a la experiencia; para ello construye teorías sobre
la realidad y sobre nosotros mismos a través de historias narrativas que nos
proporcionan un sentido de unidad personal ( interpretando nuestra historia pasada de un modo
organizado) y nos ayudan a entender el mundo” (Enríquez de Palenzuela, sd: 8)
Toda la actividad cerebral está mediada
por las células nerviosas o neuronas que se conectan o desconectan entre sí
creando vínculos diversos (sinapsis) intermediados por unas sustancias químicas
específicas denominadas neurotransmisores.
Hay diferentes tipos de neurotransmisores,
pero los más frecuentes son la acetilcolina (Ach), el glutamato, el ácido
gamma-aminobutírico (GABA) y la glicina. El glutamato es la sustancia
transmisora estimulante más habitual y el GABA, la más habitual entre las
inhibidoras de las sinapsis neuronales. También son importantes la
noradrenalina (NA) y la dopamina (DA), así como la serotonina, por lo general
estimulantes.
Los déficits de neurotransmisores pueden
ocasionar importantes disfunciones en el funcionamiento neural.
Memoria de trabajo: (Memoria a corto plazo) –
Ligada a funciones ejecutivas (corteza prefrontal)
Memoria a largo plazo: Recuerdo permanente
○ Memoria Implícita
(no-declarativa, no consciente) Aprendizaje motor y respuesta emocional (cerebelo- amígdala)
○ Memoria Explícita (declarativa,
recuerdo consciente) (lóbulo temporal medial)
Semántica (conocimiento de hechos)
Episódica (autobiográfica)
(Ilustración y esquema de Paloma Enríquez
de Valenzuela)
Desde el punto de vista neuropsicológico,
se distingue entre una memoria de trabajo
y una memoria a largo plazo. La
memoria de trabajo, es una memoria a corto plazo y está vinculada
a las funciones ejecutivas, ubicándose anatómicamente en la corteza
prefrontal (ver ilustración).
La memoria
a largo plazo, implica un recuerdo permanente y, en ella puede distinguirse
una memoria implícita y una memoria
explícita.
La memoria
implícita no es consciente y se
refiere fundamentalmente al aprendizaje
motor en el que el cerebelo desempeña un papel primordial, y a las
respuestas emocionales condicionadas por
la amígdala.
La memoria
explícita que es consciente y declarativa,
puede diferenciarse en memoria
semántica que se refiere al simple conocimiento de hechos externos, y memoria episódica que tiene una componente autobiográfica. En
conjunto la base neuronal de esta memoria está situada en el lóbulo temporal medial del cerebro.
A pesar de que, en principio, la memoria
explícita episódica o autobiográfica pudiera parecer de mayor interés para nuestro estudio, no hay que olvidar la
existencia de una memoria implícita, sobre todo en relación a la emoción que
puede condicionar en gran medida, y de manera inconsciente, la memoria
explícita.
En cualquier caso, de las bases anatómicas
y funcionales de la memoria individual lo más relevante es que, en los
diferentes tipos de memoria señalados, se suele producir un automatismo
inconsciente en la recuperación del recuerdo ya que “si determinadas combinaciones de
estímulos se repiten, pueden intensificar una ruta posible entre las muchas de
una estructura neural” (David H. Hubel, “El cerebro” in VV. AA, 1981/1979: 19)
Habría así,
si se acepta esta perspectiva, una manera de recordar predominante que en gran
medida estaría condicionada por la activación de los mismos específicos circuitos neuronales. Pues en efecto, “una sinapsis que
se usa repetidamente se hace más eficaz. Y esto es probablemente la memoria, es
decir, un cambio físico, entre neuronas que puede ser permanente y que puede
ser activado, evocado y, por tanto, rememorado “(Mora, 2002/2009: 215).
Por otro lado, el cerebro, sobre todo en la memoria explícita episódica tiende
a operar económicamente relegando muchos aspectos e incorporando procesos de abstracción pues “la capacidad de abstraer fue una
etapa crítica en la adquisición eficiente del conocimiento y probablemente vino
de alguna manera impuesta al cerebro por las limitaciones de su sistema de
memoria, ya que este nuevo mecanismo desecha la necesidad de recordar cada
detalle” (Zeki
Nos encontraríamos, así, desde una perspectiva
neuropsicológica, con un régimen de memoria episódica simplificado en relación a las funciones ejecutivas o
necesidades imperiosas, así como reiterativo y autoalimentado neuronalmente.
En cualquier caso, la plasticidad del
cerebro, permite apuntar que “aunque el desarrollo básico
del sistema nervioso está controlado genéticamente, la estimulación
sensorial interviene afinando detalles. Además, incluso los circuitos neurales
de un encéfalo completamente maduro pueden ser modificados por las
experiencias” (Carlson, 2004/2007: 99). Por lo tanto, es razonable suponer que
los circuitos de la memoria también pueden ser modificados.
Algo de todo esto ya atisbó Henri Bergson, a pesar de
no disponer de grandes conocimientos anatómicos ni fisiológicos.
3.- Memoria individual y bases sociales
de la memoria.
La mención a Bergson nos pone sobre la
pista del paso de la consideración de la memoria individual a las bases
sociales de la memoria.
En efecto, Henri Bergson había
elaborado una teoría sobre la memoria que puso de manifiesto en su Matière et mémoire, obra publicada en
primera instancia en 1896 y reeditada con algunas modificaciones en 1911.
En dicha obra Bergson analizó la
formación y operatividad de la memoria individual basándose en los supuestos
explicitados en su tesis doctoral que,
titulada Essai sur les donnés immédiates de la conscience
(1889), había causado un gran revuelo entre la intelectualidad francesa y anglosajona.
En el Essai, Bergson había introducido una original
concepción del tiempo y el espacio que iba a condicionar toda su obra
posterior. Así, para el filósofo
francés, los seres humanos dan cuenta de dos realidades de orden muy
diferente.
Una de ellas tiene un carácter heterogéneo y sensible: es
la realidad de la duración [durée]. La duración es " la forma que toma la sucesión de
nuestros estados de conciencia cuando nuestro yo se deja vivir, cuando se
abstiene de establecer una separación entre el estado presente y los estados
anteriores " (Bergson, 1991: 67). La otra realidad es homogénea y resulta
ser el espacio. Esta última realidad
está concebida por la inteligencia humana y mueve a realizar distinciones estrictas, a contar, a abstraer,
" a vivir en común y a hablar"(Bergson, 1991: 91).
De la comparación de estas dos realidades nace una representación simbólica
de la duración inspirada en
el espacio, y la duración
toma así la forma ilusoria de un medio homogéneo que es lo que
habitualmente se entiende por tiempo.
Así, el tiempo no es, para Bergson,
sino la proyección de la duración
en el espacio: expresando la duración
en extensión, la sucesión toma la forma de una línea continua o de una
cadena cuyas partes se tocan sin
penetrarse.
Sin profundizar más en estas claves
del pensamiento bergsoniano, la teoría
de la memoria que de ellas se deriva y
que está explícita en Matière et mémoire, sitúa, siempre
dentro del ámbito de la memoria individual, una memoria pura y una memoria-hábito.
La memoria pura se corresponde
a la duración y la memoria-hábito al espacio y al tiempo,
según las caracterizaciones señaladas. La memoria-hábito viene a ser como la punta de un cono que está
en contacto con un plano que sería el presente, siendo el cono la memoria pura. Por medio de esta
disposición, la memoria-hábito
tomaría de la memoria pura los
recuerdos operativos para el presente, adecuándolos convenientemente: " De
las dos memorias que hemos distinguido,
la segunda, que es activa o motriz, deberá
por lo tanto inhibir constantemente a la primera, o al menos no aceptar
de aquella sino lo que ilumina útilmente
la situación presente " (Bergson, Matière
et mémoire 1991: 230). Se podría ver
aquí una primer teorización de la distinción entre la memoria implícita y la memoria explícita.
En cualquier caso, de la teoría de
la memoria de Bergson es importante retener dos aspectos. El primero es la
vinculación establecida entre la memoria pura individual y la duración y la memoria-hábito individual y el espacio-tiempo
abstractos que remiten a lo social. El segundo aspecto es la dimensión
dinamizadora de la memoria-hábito frente a la memoria pura: en sociedad, en el tiempo y en el espacio, sólo
actualizaríamos del conjunto de
recuerdos ubicados en la memoria pura aquellos que fueran útiles para el presente,
los que configurarían, precisamente, la memoria-hábito.
En este sentido cabría apuntar que la memoria-hábito presentaría también las
características de la memoria de trabajo
señalada por la neuropsicología.
Como es sabido, su discípulo Maurice Halbwachs (1877-1945),
matizó posteriormente las teorías de Bergson. Así lo que le resultó, en primer lugar,
inadmisible fue la existencia de una memoria pura individual, algo por entonces empíricamente inaccesible
y apriorísticamente inaceptable,
pero algo que hoy podemos admitir desde la neuropsicología.
Para Halbwachs, en efecto, lo que
denominamos memoria tiene siempre un carácter social ya que " cualquier
recuerdo, aunque sea muy personal, existe en relación con un conjunto de
nociones que nos dominan más que otras, con personas, grupos, lugares, fechas,
palabras y formas de lenguaje, incluso con
razonamientos e ideas, es decir, con la vida material y moral de las
sociedades de las que hemos formado
parte " (Halbwachs, 1994: 38). No hay pues, para Halbwachs, dos memorias sino una y esta resulta de una articulación social.
Sin embargo la dimensión
dinamizadora que Bergson atribuye a la memoria-hábito le pareció a Halbwachs de gran interés. En efecto no suponiendo
sino la existencia de una sola memoria y señalando su génesis social, Halbwachs
encontró en la operatividad de la memoria-hábito una formalización muy útil para explicar la motivación en la reaparición
de los acontecimientos del pasado. Así,
aceptó que la razón de la emergencia de
los recuerdos " no reside en ellos mismos, sino en la relación que tienen con las ideas y
percepciones del presente " (Halbwachs, 1994: 141-2), es decir en la
necesidades imperiosas o ejecutivas.
Como puede observarse la teoría de
la memoria individual de Halbwachs
acentúa, como era previsible, su
dimensión social y, por ello, en la
segunda parte de Les cadres se hace una exposición de los ámbitos sociales en los que dicha memoria
individual se halla implicada, ya los marcos sociales de la memoria son también
los marcos de la memoria individual.
Para Halbwachs los ámbitos sociales más
relevantes implicados en la construcción
de la memoria son la familia, la religión y la clase social. Así, según
Halbwachs, los individuos articulan su
memoria en función de su pertenencia a una familia, una religión o una clase
social determinada.
En cuanto a la familia, el marco
social se ordena según un criterio genealógico que permite la
reconstrucción de una memoria familiar en la que está incluido el individuo. El medio
mnemotécnico fundamental que utiliza la familia es el nombre de pila que , por
un lado, reenvía al individuo aludido, en su frecuente repetición, a la trama
genealógica y , por otro lado, instala la imagen de una persona particular:
" Cuando pienso, por ejemplo, en el nombre de mi hermano, uso un signo
material que , por sí mismo, es significativo. El signo material en tanto que
tal juega un papel accesorio: lo esencial es que mi pensamiento concuerda
entonces con los que, en el espíritu de mis padres, representan a mi hermano: el nombre no es sino el símbolo de esta concordancia.
Es decir que mi pensamiento es entonces singularmente rico y complejo, ya que es el pensamiento de un
grupo en cuyas dimensiones, por un
momento, se prolonga mi conciencia"(Halbwachs, 1994: 165-66).
La religión, por su parte, ordena el
marco colectivo de la memoria según un
dogma o conjunto de dogmas que le permiten diferenciarse claramente
de otras religiones, de otras memorias colectivas no religiosas,
e, incluso de la memoria racional
dogmática y de la tradición de la
memoria mística. El dogma unifica
así una serie de pensamientos que no
están tanto ligados al recuerdo cuanto
al reconocimiento de una razón
generadora de un sistema de memoria: " El dogma resulta de la superposición y fusión de una serie de capas sucesivas de
pensamientos colectivos; el pensamiento teológico construye el edificio de las verdades religiosas sobre numerosos planos que se esfuerza
en hacer concordar" (Halbwachs,
1994: 219).
Respecto a la clase social,
Halbwachs afirma que, en principio, en
cada sociedad la clase dominante genera
una memoria colectiva que constituye el soporte de la memoria colectiva de toda
la sociedad. Halbwachs estudia
particularmente el caso de la
nobleza ya que le sirve para observar
los cambios que se produjeron con la irrupción de las clases burguesas.
Para Halbwachs la división del trabajo que
implicó el advenimiento de la
burguesía generó la configuración de diversas memorias colectivas de difícil
coordinación.
La investigación de los elementos
que, en los diversos ámbitos sociales, permiten
la construcción de la memoria, tanto individual como colectiva, abocó a
Halbwachs a establecer la existencia de
unos marcos sociales de la memoria [cadres sociaux de la mèmoire].
Según Halbwachs, dichos marcos
pueden ser específicos, como los ya
explicitados en relación a la
familia, la religión o las clases sociales, pero hay otros, de carácter más
general, que son el espacio, el tiempo y el lenguaje.
Es decir que, cuando se recuerda, se
recuerda por medio de las claves específicas que se corresponden a los
grupos en los que o sobre los que se
esté recordando, pero también por medio
de la aceptación implícita de marcos más amplios que
prescriben determinadas configuraciones básicas
sobre el espacio, el tiempo y el lenguaje. Recordar implica, así también,
asumir una determinada representación de la temporalidad, la
espacialidad y el lenguaje.
En realidad casi toda la primera parte de Les cadres está dedicada
al estudio de estos marcos sociales de la memoria de carácter general,
pero también se pueden encontrar interesantes reflexiones acerca de ellos tanto
en La topographie como en La mémoire collective .
Para Halbwachs el lenguaje es " el marco a
la vez más elemental y más estable de la memoria " (Halbwachs, 1994: 64).
Y esto es así hasta tal punto que podría
decirse que la memoria en general depende de él. Esta dependencia de la
memoria respecto del lenguaje
constituye, además, la prueba manifiesta
de que se recuerda por medio de constructos sociales, pues el lenguaje no se
puede concebir sino en el seno de una sociedad.
Por su parte, el espacio y el
tiempo, entendidos como cuadros sociales de la memoria, sitúan los recuerdos distinguiéndolos de las
imágenes de los sueños que, según Halbwachs, carecen de toda referencia
espacio-temporal. La importancia de dichos cuadros se pone de manifiesto cuando
se comprueba que algunos recuerdos de
carácter afectivo que parecían jugar un papel
definitivo en la rememorización " no adquirían todo su valor más
que en el curso de una serie de
reflexiones que se apoyaban en puntos de referencia colectivos (en el espacio o
en el tiempo)" (Halbwachs, 1994: 126).
Para Halbwachs, además, se da una
preeminencia del marco social espacial
sobre el cuadro social temporal
en el proceso de rememoración, ya que
el espacio " en razón de su estabilidad, nos da la ilusión de no
cambiar en absoluto a través del tiempo" y " poder durar sin
envejecer ni perder ninguna de sus partes " (Halbwachs, 1968: 166-7).
El marco social espacial permite
además articular y ordenar la
rememoración por medio de una realidad
no-discursiva que facilita en gran medida su simbolización.
En cualquier caso, tanto los marcos sociales generales como los
específicos son para Halbwachs constructos sociales que no son estrictamente ni conceptos ni
imágenes. Son nociones. Es decir
combinaciones de conceptos o ideas e
imágenes, o si se quiere, representaciones en las que interviene una parte
sensible y otra más o menos abstracta.
Esta dimensión de los marcos
sociales de la memoria es fácilmente
perceptible cuando se trata de marcos de carácter específico - en la familia, por ejemplo, el padre representa la imagen de un padre específico
y también la figura ideal o conceptual del " padre "(+ Freud) - pero
no ocurre así con los cuadros generales.
Así se puede explicar la propensión a confundir el lenguaje con el
lenguaje articulado y éste con el discurso lógico-conceptual , a pesar de que
en la rememoración la dimensión significante
del lenguaje posee enormes virtualidades y de que , como demuestra Halbwachs en
el caso de la memoria de los músicos , un lenguaje no-discursivo puede
perfectamente operar como marco social de la memoria: " [ los músicos ]
necesitan tener ante los ojos unas hojas de papel en las que todos los signos y
su sucesión se encuentran materialmente fijados. Hay una parte de sus recuerdos
que sólo se conserva bajo esta forma, es decir, fuera de ellos, en la sociedad
de aquéllos que, como ellos, se
interesan exclusivamente por la música " (Halbwachs, 1992: 59).
De aquí también la tendencia a confundir, por ejemplo,
los marcos sociales del tiempo y el
espacio con el tiempo y el espacio abstractos o matemáticos, que son meramente conceptuales. Y también, y particularmente,
la inclinación a homologar el marco social temporal con el tiempo histórico,
cuando este último, en realidad " se desarrolla en una duración artificial
que no tiene realidad alguna para ninguno de los grupos de los que se toman los
acontecimientos " (Halbwachs, 1968: 103).
A la luz de los conocimientos
neurocientíficos, podemos hoy confirmar varias de las matizaciones de Halbwachs y atribuirlas a
diferentes niveles del funcionamiento cerebral. Así la figura de la noción, que recoge una parte sensible y otra más o
menos abstracta se correspondería a representaciones de hemisferios cerebrales
diferentes.
Por otro lado, en la ya citada obra
póstuma - La mémoire collective - se
recogen una serie de trabajos y works in process entre los que destacan
los dedicados a la cuestión de las relaciones entre
Para Halbwachs Historia y Memoria
Colectiva son dos registros del pasado que si se enfrentan se suelen oponer a veces radicalmente en
función de su condición. Así, afirmar que
pueda existir algo como una memoria
histórica le parece una contraditio in terminis ya que dicha expresión " asocia dos términos
que se oponen desde todo punto de vista
" (Halbwachs, 1968: 68).
En realidad, afirma Halbwachs,
habría que admitir que más bien
Por ello intentar vincular ambos registros le parece un cierto
desatino, como también se lo parece
pretender que
Para Halbwachs, Historia y Memoria
Colectiva se distinguen claramente al
menos en dos sentidos.
Por un lado
Así " en el desarrollo
continuo de la memoria colectiva, no hay
líneas de separación netamente trazadas como en la historia, sino más bien
límites irregulares e inciertos ", de tal manera que " el
presente no se opone al pasado como se
distinguen dos periodos históricos próximos "(Halbwachs, 1968: 73).
Pero, además, la existencia de
diferentes grupos en el seno de las sociedades
da lugar a diversas Memorias
colectivas, mientras que
Confundir ambos registros y no delimitar las pretensiones genera un cierto desprecio por parte de grupos sociales determinados respecto de
También en este aspecto resultan muy
sugerentes las aportaciones de Halbwachs, pues desde el punto de vista de la
neurosociología, la Historia, con su
contenido analítico y secuencial satisfaría
la dinámica del hemisferio cerebral izquierdo de los individuos,
mientras que la denominada Memoria Colectiva, más sintética y global, devendría
un producto del hemisferio cerebral derecho con implicaciones emocionales del
sistema diencefálico-límbico.
No podemos, sin embargo, abandonar
esta sección sin rememorar algunas aportaciones de Freud a los temas que se han
tratado.
En efecto, de las teorías de Bergson
y Halbwachs se deduce claramente que la
dinámica de la memoria implica una selección de recuerdos en función de los
intereses en actualidad, es decir que sólo se rememora aquello que es útil para
el presente.
Sin embargo poco o nada se dice
acerca de dicha utilidad y tampoco al procedimiento de selección de los
recuerdos.
Freud, por su parte, aun llegando a
la cuestión de la memoria por otro camino, vincula la mencionada utilidad así como el
procedimiento de selección rememorativa
a una actuación de lo que en su tópica se denomina el yo y que reprime todo aquello que le puede incomodar o que no
es útil para sus intereses inmediatos. Lo cual, y esta es la gran aportación
freudiana, no quiere decir que desaparezca, pues aun no siendo evidente a un
nivel consciente, permanece en el denominado inconsciente. Habría así recuerdos reprimidos
que no encajan con la representación que el yo desea hacer de sí
mismo.
Como es sabido, para Freud, esta
represión es uno de los elementos patogénicos de las neurosis.
Y si se aceptaran las tesis de Jung sobre el inconsciente colectivo, se
podría también hablar de neurosis colectiva
ocasionada, entre otras razones, por
una represión social de determinados recuerdos colectivos.
Entre estos recuerdos colectivos habría que
ubicar los “las imágenes primordiales
que pudieran llamárseles también arquetipos” y que “son los pensamientos más
antiguos, generales y profundos de la humanidad” (Jung, 1916/2009:102);si bien
es cierto que , desde una lectura más
actual , matizada por la
etnosociología, tales arquetipos lo serían no tanto de la humanidad en
general, como de una sociedad determinada, o si acaso, de una civilización.
Como afirmó Hering, “tenemos numerosas pruebas de que las características de un
organismo pueden transmitirse a su progenie sin que el organismo las herede,
sino que son adquiridas debido a las circunstancias especiales en las que vive.
…Un ser organizado, por tanto, representa
ante nosotros un producto de la memoria inconsciente de la materia
organizada” (Hering, 1870, in Berrios 2000/2003: 8)
En cualquier caso, el psicoanálisis convierte “los problemas de
memoria en problemas de olvido selectivo” (Berrios, 2000/2003: 12)
4.-Dinámica neural y dinámica social
Nos encontraríamos así, en todo caso, como una doble
dinámica, neural y social. Por un lado la memoria, en su registro individual,
tendería a reconstituirse una y otra vez según la activación de los mismos
circuitos neuronales, de manera que sólo se podría recordar los acontecimientos
de determinada forma y según un determinado orden episódico, pues “cualquiera que sea el tipo de <<memoria>>
o recuerdo en el que pensemos, consiste, en esencia, en una asociación tal
entre un grupo de neuronas que, cuando se dispara una, se disparan todas,
creando un canon específico de actividad” (Carter: 1998: 159).
Aun así, la dinámica del recuerdo, en tanto que
memoria episódica, precisaría de la utilización de determinados esquemas narrativos que pueden obedecer a reglas de lo
que Jung denominó el inconsciente
colectivo (con la matización antes reseñada), y que hoy en día, ya podemos
conocer con mayor exactitud, gracias a los trabajos de los formalistas rusos,
como Vladimir Propp o Michael Batjin. La adhesión a dicho esquemas narrativos
puede llegar a ser patológica, como en
el denominado síndrome de Williams, asociado
a lesiones del lóbulo frontal, en el que “se pretenden conectar cosas,
transformar pensamientos sin relación en un todo integrado pues al cerebro le
gusta que los sucesos sigan una fórmula narrativa convencional: principio,
núcleo y final apropiados” (Carter: 1998: 1168-9).
Además, la
reiteración en dicha dinámica neuronal ratificaría el recuerdo, haciendo
imposible recordarlo bajo otra perspectiva y este fenómeno articularía la
formulación de lo identitario: recordar de la misma manera permitiría ser de la misma manera. En este
punto habría que señalar que “un
trabajo de las psicólogas Elizabeth
Loftus y Jacqueline Pickrell, de la Universidad de Washington, nos ha enseñado
que los recuerdos falsos pueden ser implantados sólo con << recordarle>>
a la gente cosas que no pasaron nunca” (Carter: 1998: 167).
De aquí las frecuentes discrepancias a la hora de
confrontar recuerdos entre diferentes sujetos,
sobre todo muy afirmados en lo identitario, pero también la coincidencia
en los mismos entre personas de
sensibilidades semejantes.
Pero, por otro lado, nuevos datos o nuevos relatos
sobre los acontecimientos, proporcionarían la posibilidad de que los circuitos
neuronales se modificaran y se abriera
la posibilidad de recordar de otra manera, algo que ya destacó en su momento el
psicoanálisis sobre bases anatómico-fisiológicas muy precarias.
Se generaría así la posibilidad de la reelaboración de
los recuerdos, de la valorización más sopesada de los mismos, y,
consecuentemente, la revisión de las formalizaciones identitarias.
Como dijo Santiago Ramón y Cajal en sus escritos autobiográficos,
“seguramente, cada recuerdo evocado no implica un estado de conciencia simple e
inmóvil. El recuerdo es algo vivo, cambiante y plástico, que evoluciona,
asimila y desasimila, nociones de espacio, de tiempo y personas y, en fin, que
se desagrega y muere. Pero durante este proceso destructivo – y esto es lo
peligroso- impone a la razón
representaciones mutiladas o enriquecidas con datos espurios o arbitrarios. La
verdadera explicación de este fenómeno regresivo nos la dará algún día no la
psicología, sino la histofisiología cerebral, cuando se conozcan los mecanismos
fisicoquímicos del recuerdo y de la asociación” (Ramón y Cajal 1941/1960 56-7).
-.-
BIBLIOGRAFÍA
BERRIOS, G.H.- HODGES, J.R. (2003) Trastornos de memoria en la práctica
psiquiátrica, Ed. Masson, Barcelona [Memory
Disorders in psychiatric practice, Cambridge University Press, 2000]
BERGSON, H. Essai sur les donnés immédiates de la conscience, in Oeuvres, P. U. F. Paris,1991.
CACIOPPO, J. T. – PETTY, R. E. (1983) Social Psychophysiology,
Guilford Press, New York
CACIOPPO, J.
T. – BERNSTON, G. G. (2004) Social
Neuroscience: key readings in social psychology, Psychology Press, New
York.
CACIOPPO, J.
T. (2004) Essais in social neuroscience,
MIT Press, Cambridge, Massachussets.
CARLSON, N. R. (2007) Fisiología de la conducta, Ed. Pearson
Educación, Madrid [ Phisiology of
behavior, 2004]
CARTER, R. (1998) El
Nuevo mapa del cerebro, Ed. RBA, Barcelona [Mapping the Mind, 1998]
DECETY, J. –
KEENAN, J.P. (2006) “What is Social Neuroscience?” Social Neuroscience, Volume 1, Issue, 1, March 2006, p. 1-4.
ENRIQUEZ DE VALENZUELA, P. (y otros) (sd) Curso
de especialista en neuropsicología. UNED. Madrid.
FEITO GRANDE, L. (2007) “Las
neuronas espejo”, Tendencias21, revista electrónica.
FREUD, S (1972) “Lecciones introductorias al psicoanálisis” in 0bras
Completas, VI (1915-1917)
GOLEMAN, D. (2006) Inteligencia
social, Ed. Kairós, Barcelona.
HALBWACHS, M.
(1968) La mémoire collective,
Ed. P.U. F., Paris.
HALBWACHS, M. (1992) " La memoria colectiva de
los músicos”, in RAMOS TORRE, R. Tiempo y
Sociedad. CIS- Siglo XXI, Madrid.
HALBWACHS, M. (1994) Les Cadres Sociaux de
HUICI (1998) "
Tiempo, espacio y memoria: actualidad de Maurice Halbwach “, in Actas
del IV Congreso Vasco de Sociología, Bilbao, 1998, vol. I, pp. 438 - 441.
HUICI, V. (2007) Espacio,
tiempo y sociedad (Variaciones sobre Durkheim, Halbwachs, Gurvitch, Foucault y
Bourdieu) Ed. Akal,
Madrid.
HUICI, V.( 2008) “Tiempo y experiencia estética (Una aportación desde el pensamiento
sociológico”, in Mendiola, I. (ed) Textos y Pretextos para
repensar lo social, S. E. Universidad del País Vasco, Bilbao, pp:173-177.
HUICI, V. (2009)
Sociedad y Conocimiento (Una sonata germánica: Max Scheler, Karl Mannheim,
Alfred Schutz), Ed. Akal, Madrid.
JUNG, K. G. (2009) Lo
inconsciente, Ed. Losada, Buenos Aires [1916]
KOLB, B-
WHISHAW, I. Q. ( 2006) Neuropsicología humana, Editorial Médica
Panamericana, Madrid [ Fundamentals of Human Neuropsychology, Worth Publishers,
2003]
MORA TERUEL, F (2007)
Neurocultura. Una cultura basada
en el cerebro. Alianza Editorial, Madrid.
MORA TERUEL, F (2009)
Cómo funciona el cerebro.
Alianza Editorial, Madrid.[ 2002]
RAMÓN Y CAJAL, S. (1960) El mundo visto a los ochenta años, Ed. Espasa-Calpe,
Madrid [1941]
RIZZOLATI
G., CRAIGHERO (2004) L., “The
mirror-neuron system,” Annual
Review of Neuroscience. Num. 27, pages: 169-92
SCIENTIFIC AMERICAN,
(1981) El cerebro, Ed. Labor,
Barcelona (1979)
Vicente A. Huici Ph. D. ( 2011)
Comments
Post a Comment