LA CRISIS: PERSPECTIVAS DESDE EL PENSAMIENTO CHINO TRADICIONAL
LA CRISIS:
PERSPECTIVAS DESDE EL PENSAMIENTO CHINO
TRADICIONAL
Dr. Vicente Huici Urmeneta (UNED-Bergara/Seminario
Confucio Mintegia)
Maite Yuan nere alabari
1.- La crisis como hito de la
temporalidad.
Las coyunturas o situaciones de crisis se presentan habitualmente como
periodos de cambios fundamentales o como
una inversión definitiva de una tendencia en un proceso determinado, sea éste
somático, psicológico, social o histórico. Resultan así ser un hito de la
temporalidad cuya dimensión cualitativa se perfila de singular trascendencia.
En occidente, (o sea, en Europa y en
todos los países aculturizados por la cultura europea) las crisis suelen
tener un valor cualitativo negativo en el contexto de una
concepción del tiempo y de la historia asentada en el judeo-cristianismo y su
variante civil ilustrada.
En oriente, es decir, propiamente en China y en los países aculturizados
por la cultura china, las crisis presentan una
doble faz, negativa y positiva, en el ámbito del pensamiento tradicional
asentado en las producciones intelectuales chinas de la denominada época Chun
qiu y el periodo Zhan guo (en conjunto del siglo VIII al
III a. de n.e.), es decir, del taoísmo y el confucionismo, por mucho que éstas
hayan sido posteriormente reinterpretadas por el budismo, el cristianismo o,
incluso, el marxismo.
Comprender, por lo tanto, las interpretaciones de las crisis, implica hacerse eco de los parámetros culturales desde los que se realizan dichas
interpretaciones.
Siendo así que las
interpretaciones occidentales son lógicamente prevalentes en nuestra cultura,
y, debido al imperialismo económico-cultural, muy relevantes en el resto del
planeta, puede resultar de interés compararlas con las orientales, y
fundamentalmente con las del pensamiento chino, para mostrar sus semejanzas y,
sobre todo, sus diferencias, en un proceso de reconocimiento que deviene en
autoconocimiento. Pues, como dice el
filósofo François Jullien, “la única manera de acceder al pensamiento del otro
es retrabajar el propio; pero entonces, ya no hay un pensamiento propio.
El diálogo entre las culturas no consiste en etiquetar pertenencias, sino que
ofrece una nueva oportunidad para
relanzar la filosofía” (Jullien, 2005/2007: 10).
Para llevar a cabo la reflexión apuntada, se expondrán en primer lugar
algunas consideraciones sobre la concepción china de la temporalidad y de la
historia, mostrando después la
interpretación de las crisis que se deduce de ellas, finalizando con una breve aproximación a la pragmática de
las mismas.
2.-La temporalidad oriental
Como ha señalado el profesor Emmánuel Lizcano (1993) en uno de los
primeros estudios publicados en lengua española sobre la cultura china, el pensamiento tradicional chino no ha formulado nada semejante al
concepto de tiempo de la filosofía
occidental. Asimismo, dicho pensamiento ha relacionado siempre lo temporal
y lo espacial, sin espacializar lo temporal como lo ha hecho el pensamiento
occidental, de manera que para la racionalidad china, espacio y tiempo forman
una unidad interdependiente, el espacio está cargado de significaciones
heterogéneas según los lugares, y el tiempo aparece vinculado a los lugares y los
acontecimientos.
Las razones por las cuales se configuró esta particular
formulación de la temporalidad, pueden referirse a tres aspectos, propios del
pensamiento chino, que no se manifestaron en Occidente.
El primer aspecto es la desvinculación de los fenómenos temporales del movimiento, y,
por lo tanto, de los fenómenos espaciales: “ De un modo general,
si China no ha aprehendido la naturaleza en términos de movimiento es porque la
concibió a partir de factores de correlación, constituyéndose éstos en polos y
no en cuerpos individuales condenados al movimiento: son las energías yin y yang, de las que fluye
una interacción sin fin (de ahí la atención que dedica a los fenómenos magnéticos, mucho antes que en
Occidente)” (Jullien, 2001/2005b: 19).Así, frente a la vinculación de lo temporal al movimiento
(clásica en Occidente desde Aristóteles),
en China se ha reflexionado más sobre los fenómenos de proceso,
de influencia y de transformación
El segundo aspecto es la ausencia en China de un equivalente
a la noción de eternidad. “China
ha pensado el absoluto, ya sea el Cielo
de los confucianos o la Vía de
los taoístas, sin por lo demás pensar lo eterno.” (Jullien, 2001/2005b: 23). Frente a la noción de eternidad, en China se desarrolló la noción de lo constante.
La diferencia es importante, ya que lo constante
es lo que no varía en el seno de la
variación y lo eterno es lo que, en
tanto que ser, no deviene. Ambos
denotan una permanencia pero dispuesta de un modo distinto: mientras que la
permanencia de lo eterno está adosada al
ser y se ofrece a la contemplación (theoría),
la de lo constante se refiere a la marcha de las cosas o, como dicen los
chinos, a su funcionamiento (noción de yòng).
Lo eterno nos remite a una identidad
de esencia mientras que lo constante es del orden de la capacidad (noción de dé ).
De manera que, “mientras que lo eterno
está fuera del tiempo, lo constante
no se interrumpe jamás” (Jullien, 2001/2005b: 23-4).
Finalmente, la tercera razón de esta particular concepción de la temporalidad es la ausencia
misma en la lengua china, hasta fechas relativamente recientes, de una
expresión referida al ser tal como se entiende en Occidente: “Uno de los
aspectos más llamativos es la ausencia,
en chino antiguo, del verbo ser como
predicado; por lo demás, la identidad se indica por simple yuxtaposición”
(Cheng, 1997/2002:32-33). Consecuentemente, en su ámbito de reflexión no se
planteó ningún devenir del ser, ni ninguna noción semejante a la esencia de algo.
Como conclusión, se puede afirmar que la cultura china tradicional no pensó el tiempo, y de que
los chinos no concibieron el tiempo
hallamos confirmación en el hecho de que tradujeron -debieron traducir-
el término forjando un neologismo vía el japonés, cuando se encontraron
con el pensamiento europeo a finales del siglo XIX, tal como fue recogido en el
Diccionario bilingüe Yinghua dacidian de Yan Huiqingen (1908). “Tiempo
fue traducido en chino como entre-momentos
(jikan en japonés, shíjian en chino ) paralelamente el espacio
como entre-vacío (kûkan en
japonés, konjian en chino )” (Jullien, 2001/2005b: 48-49). Al respecto no deja de ser significativo
que, en su obra Key Concepts in Chinese Philosophy, el célebre
historiador de la filosofía china Zhang Dainian, no haga mención alguna a conceptos análogos a tiempo o a espacio.
Frente al tiempo,
los chinos pensaron el momento, entendido en primer lugar como un momento
estacional. A
partir de esta concepción se desarrolló una fenomenología del ser temporal
que permitió reflexionar mejor sobre la oportunidad del momento y
la disponibilidad
.Y todo ello vinculándose estrechamente a una de las ideas matriciales de
la cultura china como es la del cambio:
“Frente a la concepción judeo-cristiana que se articula en la existencia de un
dios todopoderoso, el chino la entendía como evolución o cambio siendo el Libro de Cambios el origen de la cultura
china, ya que “sirve para buscar la ley de evolución de cosas y asuntos” (Shoulin,
2005: 23-4)
Como
conclusión general, se puede destacar que, mientras
en Europa las bases de la interpretación de la temporalidad eran el tiempo y la eternidad, en China lo eran los procesos
y lo constante.
3.-El significado del hito-crisis en
temporalidad oriental.
En el contexto de esta caracterización de la temporalidad china tradicional se ha de ubicar ahora lo que en Occidente se
denomina historia , más en el
sentido de un transcurrir de los
acontecimientos que del relato de dicho
transcurrir, ya que es en esta ubicación
intelectual donde se podrá analizar con más precisión la
cuestión de las crisis.
Para ello se ha de subrayar, en primer lugar, la mentalidad empírica china “más practica que especulativa” (Gernet:
1993: 100), algo que ya percibió Hegel hace muchos años y que expresó en estas
lúcidas y precisas palabras: “La objetividad no es aquí el círculo del
pensamiento, no es la universalidad, que es forma del pensamiento, sino que es
una forma inmediata, sensible, por lo que el conjunto de conocimientos es,
pues, de naturaleza empírica, no teórica” (Hegel, 1830/1982:247).
Probablemente sería de mucho interés profundizar en las razones
socio-culturales de esta dimensión práctica del pensamiento chino, pero aquí es
preciso limitarse a señalar que, habiendo sido
China un país articulado
socialmente en el mundo campesino durante
muchos años, la tendencia práctica habría
estado muy vinculada a la “atención al ciclo de la naturaleza, pues de
él dependía, en definitiva, junto con la
siembra y la cosecha, la vida entera” (Bauer, 2006/2009: 29).
Partiendo de este punto de vista práctico la concepción china de la historia se podría
caracterizar por tres rasgos sobresalientes.
El primero es el bajo perfil
semántico que se atribuye al devenir histórico. En efecto, acostumbrados a
una concepción del devenir histórico que
se solapa con la interpretación de dicho devenir en forma de relato-Historia desde los grandes hitos
ideológicos occidentales (el judeo-cristianismo, la ilustración, Hegel, Marx),
lo histórico en China se concibe como un proceso intrínseco: “Resulta claro que
la Historia es un proceso que se desarrolla por sí mismo, por simple necesidad
interna” (Jullien, 1992/2000:139) y que
encuentra “ en sí mismo su propia justificación” (Jullien, 1989: 65)
Reverberan aquí los ecos hegelianos y “no se podría negar, en efecto,
cierta analogía objetiva entre la concepción china de una racionalidad del
dispositivo histórico y de evolución, y, por otra parte, la visión hegeliana de
la Historia concebida como realización de la Razón, pues ambas se basan en la
idea de una ineluctabilidad del proceso emprendido” (Jullien, 1992/2000:163).
En cualquier caso, hay en el pensamiento chino tradicional una
disolución de los acontecimientos en beneficio del proceso histórico como tal,
a diferencia de Occidente, donde el proceso está balizado por determinados
hitos-acontecimientos:“ La atención que el pensamiento chino concede a la
transformación lenta y progresiva disuelve el acontecimiento en la continuidad
histórica: por repentino y espectacular que aquel pueda parecer, nunca es otra
cosa que el desenlace lógico de una tendencia, que la mayor parte de las veces
es, en su inicio, muy discreta” (Jullien, 1992/2000:143)
Por todo ello, la visión china de
la Historia no es teleológica, puesto que no es el lugar de ninguna
Revelación ni en ella se descifra ningún designio; está desprovista de
cualquier escatología, puesto que ninguna causa final la dirige. Ningún télos la justifica: su economía es inmanente. En gran medida, semejante
diferencia se explica por la concepción del tiempo: si la tradición china
claramente posee la noción de un próximo futuro –el que ya existe como indicio
en el momento presente y que la evolución del proceso, tal como ha sido
emprendido, no dejará de hacer que se realice- no parece conceder, en cambio,
consistencia propia al puro futuro: “el tiempo del proceso es el infinitivo; su
lógica, por estar autorregulado, implica que no puede tener término: un desenlace
de la historia resulta impensable” (Jullien, 1992/2000:164).
Una segunda característica de la concepción tradicional china de la
historia es un cierto tono cíclico,
cuyos orígenes pueden estar en la influencia de la observación de los ciclos
naturales: “Esta civilización se presenta, sin ambages, de manera monótona, en
cualquier parte donde se realicen los sondeos, como una civilización exclusiva
del vegetal” (Braudel, 1978: 148)
La importancia de esta matriz vegetal en la configuración de sus metáforas
ideológicas elementales: ciclos, renacimientos, adecuación al ritmo
natural, sometimiento a la naturaleza, confusión entre lo natural y lo social,
es innegable; aunque más bien hay una tendencia
a la alternancia: “La concepción de una
tendencia a la alternancia (che) –de
auge y decadencia- es común a todas las teorías chinas de la Historia y la
utilizan como punto de vista dominante, incluso como fondo de evidencia”
(Jullien, 1992/2000:145). Al igual que el proceso de la naturaleza, el proceso
histórico actúa, regularmente, mediante reequilibrado y compensación: “que lo
contraído pueda desplegarse de nuevo, esa es la tendencia resultante de la
situación [che]” (Jullien,
1992/2000:152).
Así se compensan las tendencias cíclicas ya que tan sólo se sabe que,
oscilando de esa manera, bajo la tensión de la alternancia, la Historia avanza:
ni sigue una línea de progreso continuo, ni da vueltas en círculo. De ahí el interés tradicional de la
reflexión china por el tiempo largo y sus transformaciones
silenciosas.
Una última característica de la concepción china de la historia es que su
formulación escrita, al no proceder del
relato épico, no resulta una historia narrativa en la que
predomine la interpretación causal de los acontecimientos. En efecto, si
nuestra configuración de la Historia es, de cabo a rabo, narrativa, ello se
debe, principalmente, a que el género histórico deriva entre nosotros del
relato épico (mientras que China es la
única de las grandes civilizaciones que no ofrece ni cosmogonía ni epopeya). La
diferencia, finalmente, afecta a la propia naturaleza del trabajo del
historiador pues “la explicación occidental
de la Historia se basa en el
esquema casual; mientras que hemos visto cómo la tradición china tenía muy
presente la interpretación tendencial” (Jullien, 1992/2000:165).
Y en este punto adviene de nuevo la noción de la ocasión muy vinculada
a la idea de crisis ya que desde la óptica de la transformación, la
ocasión ya sólo es el desenlace de un proceso y “lejos de sobrevenir de
improviso, es fruto de una evolución que hay que captar en su origen, en cuanto
aparece” (Jullien 1996/1999: 110). En este sentido “China no pensó el momento
(de la ocasión) ni según la gratuidad de una pura coincidencia ni desde la
perspectiva de la causación: lo concibió como transición, como emergencia
momentáneamente visible de una transformación continua” (Jullien 1996/1999:
129).
De esta manera el acontecimiento crisis puede ser re-contextualizado
y, visto desde el punto de vista de la ocasión u oportunidad (shí), ubicarlo en un “proceso
constituido de momentos más o menos favorables “(Cheng, 2002/2006: 248-249),
como circunstancia “propicia o no para una acción” (Granet, 1934/1988: 79).
4.-Semántica y pragmática de la crisis
en la era de la globalización.
Probablemente la mayor aportación del pensamiento tradicional chino a
otra comprensión de las crisis es la sugerencia de su ubicación en el devenir histórico desde un punto de vista tendencial.
Esta interpretación tendencial tiene por presupuesto, como se ha
analizado previamente, el interés de la
reflexión china por el tiempo largo y
sus transformaciones silentes, un
interés muy recientemente expresado en Occidente.
En efecto, algo de todo esto ya rezumaba Michel Foucault en su “El poder y la
norma” (1973), cuando destacaba la necesidad de tener en cuenta los procesos
profundos de las sociedades sin dejarse llevar por la algarabía de los estallidos
sociales y las revoluciones políticas
(Huici, 2007).
Y en ello coincidía con la perspectiva de la escuela de los Annales y, particularmente, con las
teorías de Fernand Braudel que estimaba que determinados procesos -los
demográficos y económicos, por ejemplo- se desarrollaban en un tiempo lento, de
longe durée: “La historia trabaja en
escalas, en unidades de medida muchas veces diferentes, ya sea día a día, año a
año o por decenas de años a la vez, y hasta por siglos” (Braudel, 1978:41)
Es en este contexto en el que puede situarse de nuevo la cuestión de la
oportunidad para la acción, pues las crisis serían, desde este
punto de vista, una oportunidad otorgada por el cambio de ciclo, una
ocasión única para percatarse de las
tendencias emergentes, observar si son
propicias o no para el cambio deseado, y, si no lo son, para no empeñarse en hacer nada de particular hasta percibir un
cambio de tendencia. Pues, si al
evaluar el potencial de situación no se percibe ninguna condición favorable
para la acción y se emprende alguna iniciativa, ésta constituirá algo “bello,
trágico, heroico, pero no tendrá efecto” (Jullien 2005/2006: 91)
Esta espera, sin embargo, no debería ser
exactamente pasiva, pues si bien no se podrá ir contra la tendencia
histórica, ello no quiere decir que se deba simplemente ser llevado por ella.
En efecto, mientras tanto, y hasta que aparezca algún indicio de inversión o
renovación, siempre se podrá modelizar una futura respuesta, aún a sabiendas de
que dicha modelización será insuficiente
en el futuro.
Pero dicha modelización permitirá
entre tanto reflexionar sobre lo hecho y
lo por hacer, y acaso obtener un consenso mínimo tanto desde el punto de vista
diagnóstico como programático; es decir,
esperar el cambio de ciclo desde una perspectiva democrática, pues “existe
desde los orígenes, una unión intrínseca entre la construcción de un estatus
ideal modelizado y la democracia” (Jullien 2005/2006: 103), como sabemos muy
bien desde nuestra tradición grecolatina.
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